Sobre la interpretación de los sustantivos acabados
en -dad),
la Nueva gramática de la lengua
española (RAE y ASALE, 2009; apdos. 6.1p-q) explica lo siguiente:
En el § 5.1g se observa que los nombres de cualidad, que son sustantivos no
contables, se reinterpretan a menudo como contables (véanse también los § 3.8a y ss. y 12.3). Los derivados en -dad o sus variantes (de base adjetival y, a
veces, nominal) pueden hacer referencia a personas (amistades, autoridades,
celebridades, dignidades, personalidades), lugares (localidades,
nacionalidades, profundidades), rasgos característicos (particularidades,
peculiaridades, propiedades, singularidades), diversas cosas materiales
(antigüedades, callosidades, extremidades, mucosidades, nudosidades,
rugosidades) y, sobre todo, a dichos o hechos, más frecuentemente si son
negativos:
atrocidades,
complejidades, contrariedades, crueldades, debilidades, excentricidades,
falsedades, formalidades, frivolidades, genialidades, hostilidades,
infidelidades, ingenuidades, maldades, mezquindades, necedades, novedades,
obscenidades, obviedades, procacidades, vaguedades, verdades, vulgaridades.
Otros sustantivos
contables formados con este sufijo adquieren sentidos más específicos. Así, la
expresión una necesidad no designa solo un hecho necesario, sino
también un deseo o un impulso. Usada en plural y construida normalmente con
posesivo (sus necesidades) equivale a ‘evacuación corporal’ , como explica
el DRAE. De forma análoga, las facilidades y
las comodidades suelen ser servicios; las oportunidades son
situaciones o coyunturas; las especialidades, actuaciones,
comportamientos o ramas de alguna disciplina; las variedades son
espectáculos, etc. Se ejemplifican a continuación algunos de los sustantivos
que pertenecen a estos grupos:
Había conocido, desde
los tiempos de Thiers, a Víctor Hugo, a Dumas, a otras cuantas celebridades
(Rubén Darío, Vida); [… ] como un compendio de todas las elegancias y
voluptuosidades imaginables (Blasco Ibáñez, Papa); Pero no podía ser:
renunciar a las comodidades que me garantiza mi marido (Jaramillo
Levi, Tiempo); Carmen Ramos la hizo pasar, esforzándose en decir las
cordialidades de costumbre (Aguilar Camín, Error); En la inocencia fue un
ángel, en la penitencia emuló las austeridades de la Tebaida (Cela, Colmena);
Era la teoría del mal menor aplicada al revés; es decir, la teoría del mal
mayor con toda su cohorte de deformaciones y absurdidades
(Delibes, Sombra); Alba aprendió a comer verduras hervidas y arroz
quemado, a soportar el frío del patio, cantar himnos y abjurar de todas las
vanidades del mundo (Allende, Casa).
Lo anterior puede aplicarse al sustantivo vulnerabilidad, que originalmente
es un nombre de cualidad ('cualidad de vulnerable'), lo cual implica que es no
contable y se emplea en singular. Sin embargo, ha pasado a designar un aspecto
en que una persona se muestra vulnerable, lo cual conlleva su reinterpretación
como nombre contable y su consiguiente uso en plural (vulnerabilidades).
Note que lo mismo ha pasado con el sustantivo debilidad, que
originalmente designa la cualidad o la condición de débil; pero ha pasado a
significar 'aspecto en que [alguien o algo] se muestra débil' o 'persona o cosa
por la que [alguien] siente debilidad', como explica el Diccionario
del español actual, de Seco, Andrés y Ramos (2011 [2.ª ed.]). Igualmente,
el Diccionario
de uso del español, de María Moliner (2016 [4.ª ed.]),
define el sustantivo debilidad como 'aspecto o detalle en la personalidad
de alguien en que se muestra débil' o 'defecto perdonable'.